Extraordinariamente ordinario
Ennio,
he visto cómo algunas cosas extraordinarias de la vida pierden su brillo con el tiempo y se vuelven ordinarias. Creo que fue Picasso quien dijo que todos los niños nacen artistas.
(Pablo Picasso)
Y Carl Sagan expresó que todos los niños nacen científicos.
(Carl Sagan)
No puedo estar más de acuerdo con ambos. Pero hay algo que he aprendido en este último año: las personas, cuando se convierten en padres, recuperan un poco la curiosidad y la admiración de los científicos y los artistas. Desde que me convertí en padre, el brillo y el misterio han vuelto a mi mente. Mejor dicho: tú has devuelto lo extraordinario a lo que, con el tiempo, parecía ordinario.
Lo extraordinariamente evidente es el crecimiento de un bebé. Cuántas veces no escuché: “disfruta a tu hijo, porque crecerá rapidísimo”. Cuando acudimos tu mamá y yo al ginecólogo por primera vez, pocas semanas de haberte concebido, medías 3.5 mm. Al nacer, remplazaste esa cifra por 51 cm. Hoy, a unos días de tu primer cumpleaños, mides alrededor de 75 cm. Por supuesto la naturaleza tiene casos mucho más sorprendentes; pero no sabes qué orgullo resulta para un padre escuchar que su hijo se ve cada día más grande.
(Tomado de Padre e hijo)
La asimilación de gestos, ademanes y palabras me parece igualmente extraordinario. En este primer año aprendiste a responder no sólo a las palabras, sino también al tono de las palabras, los gestos que las acompañan y las circunstancias que las enmarcan. Tus respuestas son otros tantos sonidos, cuando no palabras de un código indescifrable o con significados no convencionales, que se acompañan de gestos y se enmarcan por determinadas circunstancias. Las palabras son de todos los días, parecen ordinarias; pero en realidad su origen y sentido me sigue pareciendo extraordinario.
En las últimas semanas, tu cuerpo y tu mente prefieren estar de pie, herencia de seres humanos prehistóricos. Italo Calvino narró aquel lejano momento.
Ci sono certi tra noi che hanno preso quest’abitudine di camminare senza posare mai le mani per terra e riescono ad andare anche svelti, a me un po’ mi gira la testa e alzo le mani per aggrapparmi ai rami come quando stavo tutto il tempo sugli alberi, ma poi m’accorgo che riesco bene a tenere l’equilibrio anche di quassù in cima, il piede s’appiattisce sul terreno e le gambe vanno avanti anche se non piego i ginocchi. A tenere il naso sospeso nell’aria certo le cose che si perdono sono tante: notizie che puoi tirar fuori annusando la terra con tutte le tracce di bestie che sono passate, annusando gli altri del branco specialmente le femmine. Ma si hanno in cambio altre cose: il naso più asciutto che sente odori lontani portati dal vento, i frutti degli alberi, le uova degli uccelli nei nidi. E gli occhi aiutano il naso, afferrano nello spazio le cose, le foglie di sicomoro, il fiume, la striscia azzurra della foresta, le nuvole. (Italo Calvino. Sotto il sole giaguaro. Verona: Mondadori, 2006, p. 16.)
(Italo Calvino)
Si algún día piensas, hijo mío, que las cosas parecen ordinarias, vuelve a las palabras de quien para entonces será tu viejo y regresa a tu mirada la curiosidad y admiración de un artista o un científico.
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