Lluvia

Hijo mío,

quien escucha a profundidad la caída de la lluvia, puede develar el futuro. Aunque la temperatura, el viento y la densidad hacen que la experiencia difiera de otras, en el fondo la lluvia es la misma aquí y allá. No tengo otra explicación para denominar algo tan múltiple. Así lo creí, hace unos días, cuando procuraba tu sueño ante el sonido de tu primera lluvia, la misma que escucharás una y otra vez; la misma que hemos escuchado tu madre y yo por aquí y por allá.

Como relámpago, cayeron sobre mí los versos que Borges escribió y que ese día traté de recitar, no sin error, pero que en este momento, bajo el inclemente sol, recupero:

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae y cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.

Admiro del poema la destreza de los adjetivos: una lluvia múltiple, infinita, pero delicada, concentrado en "minuciosa", y sobre todo el verso que recuerda aliteraciones inglesas antiguas: "y el curioso color del colorado". Me gusta del poema que la lluvia y el tiempo estén amarrados: una tan sonora y presencial; el otro, fugaz e inasible. Pero sin duda me estremece del poema la posibilidad de que las voces estén cifradas en la lluvia, que el pasado se haga presente en la lluvia fugaz; que mi voz algún día vuelva y te hable en el futuro, cuando ya no esté contigo.





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