Desvelos

Hijo mío,

desde que llegaste, tu mamá y tus abuelos y las cosas que gravitan alrededor de ti son otras. El comedor está invadido por un esterilizador que, no sin asombro mío, permite usar los biberones de nuevo en unos minutos; la regadera redujo sus dimensiones por tu tina de baño; ni hablar de la habitación completa que tus abuelos desalojaron para ti, ni de la silla para el carro que le robó el asiento a Nico, un labrador que de vez en cuando extraña las caricias de tu abue, mientras ella te carga con admiración y cariño. No es solamente el carro, el comedor o las habitaciones; el tiempo mismo es otro.




Tu mamá y yo escuchábamos con algo de incredulidad la recomendación que afanosamente hace la gente a los futuros padres: duerman todo lo que puedan. Yo, acostumbrado a los desvelos académicos, y tu madre, a los reventones sin fin (jeje), pensábamos que tanta alarma era innecesaria. (Recuerdo que solíamos ver películas a altas horas de la noche.) Y míranos ahora, tu madre duerme profundamente desde las 8:30 y yo escribo estas líneas apresuradas, mientras preparo el equipo de supervivencia para esta noche. 


Como sea, nunca olvides, ni siquiera cuando te entregues profundamente al sueño, que tienes ojos guardianes atentos a tu llamado. Buenas noches. 


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